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Jerusalén recuerda su aflicción y sus rebeliones;
recuerda tantas cosas agradables
de que gozó en los tiempos antiguos;
recuerda cuando cayó ante el enemigo
y nadie vino en ayuda de su pueblo;
recuerda cómo la miraban sus enemigos
y se burlaban de su caída.

Pero Jerusalén pecó. ¡Por eso ha sido rechazada!
Al verla desnuda, la desprecian
quienes antes la admiraban;
y ella, sollozante, corre a esconderse.

Cubierta está de inmundicia.
No tuvo en cuenta su futuro.
Ha caído a lo más bajo,
y en su desconsuelo exclama:
«¡Mira, Señor, mi aflicción!
¡Mira cómo se regodean mis enemigos!»

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